Todos y cada uno de nosotros nos hemos encontrado en algún momento ante un abismo. Bien sea por una ruptura, la muerte de un ser querido, la separación de unos padres, un enfado con alguien a quién quieres, fallarle a los que te importan o simplemente por algún motivo que ni siquiera tú eres capaz de explicarle al mundo.

 

Cada motivo es igual de importante si a tí te afecta.

 

En ese momento, al borde del precipicio, sólo podemos respirar profundamente, coger todo el aire y expulsar todos los problemas. Después pon en orden tus ideas, organiza tus prioridades y avanza hasta salir del agujero, poco a poco, pero de forma segura. Mira de frente lo malo, enfréntalo y lucha, lucha hasta conseguir derrotar a todos tu demonios.